
La Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), la casa de estudios tricentenaria que debería ser bastión del pensamiento crítico y de la educación pública, se ha transformado bajo el rectorado de facto de Walter Mazariegos en un espacio opaco, armado y sometido a intereses ajenos a su misión académica. Lo que salió a la luz en una citación reciente en el Congreso no es un asunto menor: revela el nivel de degradación institucional al que se ha sometido la única universidad pública del país.
Según datos revelados por la Dirección General de Control de Armas y Municiones (Digecam), la USAC tiene registradas 92 armas de fuego, de las cuales 13 fueron robadas y una desapareció desde 2024. La cifra es escandalosa por sí sola: ¿cómo puede una institución académica perder un arsenal de esta magnitud sin que exista un responsable?
La situación es aún más alarmante. La diputada Brenda Mejía denunció la presencia de más de 200 hombres armados dentro de la universidad, un ejército irregular que opera sin control y sin transparencia. ¿Desde cuándo la universidad se convirtió en un fortín custodiado por grupos armados? Se mencionó incluso la existencia de un sujeto apodado “Rambo”, símbolo de la informalidad y la anarquía con la que se maneja la seguridad en el campus.
Irregularidades en la gestión en la USAC de Mazariegos
Por si fuera poco, Jorge Santizo, representante de Servicios de Seguridad Privada, confirmó que la USAC contrató a la empresa Corporación Profesional de Seguridad S.A., a la cual se le pagan Q400 mil mensuales por apenas ocho hombres. Una contradicción flagrante con la versión oficial de Mazariegos, quien en reiteradas ocasiones negó la contratación de seguridad privada. Mentira tras mentira, con dinero público de por medio.
La conclusión es clara: bajo el mando de Mazariegos, la USAC ha dejado de ser un espacio académico y se ha convertido en un feudo armado, con recursos desviados y contratos opacos, mientras más de 200 mil estudiantes siguen sin garantías básicas para su formación.
La pregunta que queda es inevitable: ¿para quién trabaja Walter Mazariegos? Porque lo evidente es que no trabaja para la comunidad universitaria ni para la educación pública, sino para perpetuar un control político y armado sobre la tricentenaria universidad.
La USAC no necesita hombres armados, necesita libertad académica, transparencia y respeto a su autonomía. Mientras Mazariegos siga usurpando el cargo, esa posibilidad está secuestrada.